La Pascua de la Resurrección de Jesucristo, es la fiesta del triunfo sobre la muerte. Este evento es único en los anales de la historia y no debe ser visto, ni tomado como un “reavivamiento” o “restauración” a la vida como el caso de la hija de Jairo (San Marcos 5:38-43), o del hijo de la viuda (San Lucas 7:11-17), ni es como el impresionante y singular milagro de Lázaro después de cuatro días de muerto (San Juan 11:38-44).
La resurrección de Jesús, en el compendio de su existencia terrenal es lo que confirma y determina el “antes y después” de la crónica de la civilización y cultura occidental. Es el momento, la ocasión, el hecho que se acepta con fe y en que se apoya y que une la fe cristiana y la historia de la humanidad en una relación que se mantiene en algunos ámbitos como un dilema religioso, filosófico, social y cultural; sin embargo, esta interrelación es indisoluble y de hecho marca en forma inequívoca los anales de los acontecimientos más perentorios de los hechos en el mundo.
La resurrección es la creencia de la transformación de “lo que constituye la esencia del ser humano”, o sea “el alma”, al cuerpo
viviente después de la muerte física. Es concebida a veces como una nueva creación, una experiencia individual, o como un renacimiento colectivo, pero de un grupo selecto o privilegiado en que el cuerpo corruptible se trasforma en incorruptible.
viviente después de la muerte física. Es concebida a veces como una nueva creación, una experiencia individual, o como un renacimiento colectivo, pero de un grupo selecto o privilegiado en que el cuerpo corruptible se trasforma en incorruptible.
Lo que aconteció con el Señor Jesús, después de su muerte, es un caso único: fue la “resurrección del crucificado”, no una “resucitación a la vida” de alguien que se creía muerto. En I de Corintios 15:20ss, el Apóstol Pablo afirma: “Pero lo cierto es que Cristo ha resucitado. El primer fruto de la cosecha”.
Desde siempre, en todos los pueblos y culturas del mundo, los seres humanos mantienen la interrogante acerca de la existencia antes, presente y futuras de las personas. Las escuelas filosóficas y las religiones de todos los tiempos han mostrado inquietud e indagan acerca de la vida, muerte y continuidad de la existencia de lo esencial del ser humano que es el alma.
La creencia y doctrina del alma, que vive después de la muerte física, es de mucha importancia en el judaísmo y el cristianismo. Se afirma que el desarrollo del concepto se debe a la influencia que viene por el contacto de la diáspora judía con los pueblos y la cultura pagana helenista.
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